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Ir de la Ceca a la Meca: Transitar de una parte hacia otra, de acá para allá. Los lugares que se mencionan son la Ceca, lugar donde se acuñaban monedas y la Meca, topónimo de la ciudad santuario de todos los musulmanes, ambos lugares que señalan -respectivamente- matices materiales y espirituales.

Ir de mal en peor: Pasar momentos de zozobra. Se podría comparar con la frase salir de Guatemala y caer en Guatepeor.

Ir por lana y volver trasquilado: Ser sorprendido con un resultado inesperado, opuesto al que uno esperaba. La comparación surge del acto de trasquilar -«cortar el pelo a algunos animales»- y, según cuenta la tradición, la frase original habría sido ir como el carnero encantado, que fue por lana y volvió trasquilado, en referencia a un carnero que se metió en un rebaño ajeno y tuvo que volver al suyo, trasquilado.

Irse a las manos: Lisa y llanamente, pelear, acudir al recurso de la agresión física, sin siquiera intentar la persuasión de la palabra, o luego de haber agotado esa instancia.

Irse cantando: Alude a la actitud de quien se retira de un lugar tratando de pasar inadvertido (por eso, lo de "silbando bajito") ya sea por haber cometido un grueso error ante otras personas o luego de haber recibido un reprimenda.

Irse con la música a otra parte: Emigrar, partir, irse a otra parte, como cuando el músico es despedido de un lugar porque molesta y debe dirigirse hacia otro destino.

Irse de picos pardos: Antiguamente la ley obligaba a las prostitutas a vestir un jubón con picos o ribetes de color pardo. LA CARAVINA DE AMBROSIO. Era un bandolero andaluz del siglo XIX, tan inofensivo que su carabina ni siquiera tenía pólvora.  De ahí que originalmente la expresión irse de picos pardos significara irse con una mujer de la vida. Hoy, sin embargo, el modismo se usa como sinónimo de diversión y juerga, pero no necesariamente con mujeres de mala fama.

Ir de punta en blanco: Esta expresión, que en la actualidad solemos utilizar para elogiar la elegancia y pulcritud de la vestimenta de alguna persona, tiene su origen en los antiguos usos de la caballería. En ese tiempo, en cambio, el dicho se aplicaba a los caballeros que solían llevar todas las armas del arnés desnudas y listas para el combate y como estas eran de acero bruñido, centelleaban al sol con una blancura resplandeciente, es decir, los caballeros iban de punta en blanco. Esta expresión es la misma que da origen a la frase armas blancas, aludiendo a que son cortantes, en contraposición con las llamadas armas negras, que eran las que se utilizaban en la práctica de la esgrima y que no eran cortantes ni punzantes; asimismo, eran también llamadas armas negras las que permanecían envainadas. Por analogía, con el correr del tiempo, el modismo ir de punta en blanco vino a aplicarse también al acto de vestir suntuariamente -ya sea de uniforme o etiqueta- y con el máximo esmero, tal como lo hacen en la actualidad muchas personas.

Irse por los cerros de Úbeda: En la época de la Reconquista, Fernando III, el Santo, contó con la ayuda de un noble caballero para asistirle en la toma de Úbeda, hacia el año 1234. Parece ser que el noble se presentó después de efectuada la toma de la villa jienense, poniendo como disculpa que se había perdido por los cerros de Úbeda. Así surgió esta locución, que se usa para decir que alguien está extraviado o perdido.

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